sábado, 14 de marzo de 2009

4. La Casa de los Abuelos


Óleo de L.Trujillo

4 La casa de los Abuelos

Se trata de la Hacienda San Mateo, en Betulia, donde nacieron nuestros antepasados. Para los Escovar y para los Escobar es un lugar sagrado como la Meca para los mahometanos16 . Este es un aporte de Arturo Mejía en conversatorio epistolar entre Envigado y Saint Louis [MO], carta del 18 de marzo del 2000.

La casona de la Hacienda fue incendiada durante la violencia de los años 50s, cuando llegaron a la cacería de José María Molina-Escobar. Allí vinieron a la vida: nuestro común padre-abuelo Arcesio Escovar De la Torre (o Torres); mi madre Laura Escobar-Montoya (madre de Arturo Mejía) quien decía con orgullo «yo no soy de Betulia sino de San Mateo».

Nació también allí en San Mateo Diego Jorge Escobar- Montoya padre de Gilma Escobar-Vélez, esposa de Arturo Mejía-Escobar, descrita por él como «el gran amor de mi vida, con quien compartí venturosa compañía por espacio de 53 años, 7 meses y 5 días». Nació allí el primo Oscar Molina.

Finca La Selva

La casona de la Hacienda San Mateo estuvo ubicada en la altura de una colina, el autor de estas notas la conoció en fotografía. Típica casa paisa de amplio corredor alrededor y barandas de madera, techo de teja de barro y paredes blancas con zócalo rojo. Desde allí se divisaba la planicie, la montaña y el bosque que encierra esta historia de amores y desamores.

Allí en la Hacienda San Mateo murieron Antonio José Escovar-Cano y Diego Jorge Escovar-Bross, primero y segundo esposo de nuestra bisabuela Heloisa Torres-Martínez.

Pero Arturo Mejía me aclaró en carta del 8 de junio del 2000 que «la foto que conociste en el cuadro de la sala de mi casa es la casa de la Hacienda ‘La Selva’ de mi abuelo en Betulia que el pintor trastocó mi información». Agrega que la casa de San Mateo no estaba en un montículo sino en los bajos o estribaciones de la quebrada San Mateo; la casa fue destruida durante la violencia entre los años 1948 y 1952.

Violencia Política

En 1950 la violencia política buscaba a José María Molina, como una aguja en un pajar en San Mateo y un aviso providencial lo salvó de caer asesinado, cuya cabeza pedían los violentos de Betulia, liderados por el párroco Manuel Vargas, para jugar fútbol en la plaza.
La región estaba cercada de chusmeros y policías chulavitas, pero con la ayuda de amigos campesinos, tras penosa odisea logró salir por el sitio de Manglar a la carretera al mar de Urabá y viajar a Medellín a esconderse ante la inseguridad del gobierno de Dionisio Arango-Ferrer y Eduardo Berrio-González.

En el año 1999 su hijo Arcesio Molina-Escobar fue sentenciado y ejecutado por los paramilitares el 13 de noviembre. Qué ironías de la vida! Dizque por conviviente con la guerrilla, agrupación que lo había dejado en la física ruina, casi en harapos a base de continuas ‘vacunas’, que casi no alcanzaba a cubrir cuando venían exigiendo mercado, o por el ganado, o pedían el dinero, etc.
Los paramilitares del Bloque Cafetero no quisieron escuchar su última explicación - «yo tan viejo que me voy a meter en esas cosas»- y lo asesinaron sin piedad alguna.

En el mismo lugar

Dos mortales balazos a quemarropa acabaron con la vida de un justo varón, de 74 años, asmático, diabético, enfermo del corazón y con dificultades para hablar, me escribió Arturo Mejía en una carta muy sentida sobre tales sucesos.
Esto sucedió casi en el mismo sitio, conocido como ‘Las Trampas’, donde el 29 de febrero de 1892 caía asesinado de certero escopetazo, y por la espalda, nuestro común tío abuelo Luis Escovar-Torres por el cobro de unos arriendos de tierras. Lo mató Esteban Vélez, hijo de Pedro Nolasco Vélez el socio de Diego Jorge Escovar en la compra de la finca La Guamala.

El homicida Esteban Vélez fue ultimado en el barrio de tolerancia de Concordia por unas mujeres de la vida alegre, pero entre las comidillas se decía - cuenta Arturo Mejía- que “entre ellas iba disfrazado un hombre de mujer, alto y desgarbado, muy parecido a mi tío abuelo Roberto Antonio Escovar”, coronel guerrillero en la guerra de los mil días, hijastro de don Diego Escovar y medio hermano de Luis Escovar.(Págs. 53,54)

El Primo Arcesio

El ciclo vital de mi primo Arcesio Molina -escribe Arturo Mejía- no fue un camino de rosas. Vino a la vida en Betulia un 22 de diciembre de 1925 tras un difícil alumbramiento que segó la vida de su madre Eloisa Escovar.(pág. 54 #4)

Su primer año de vida siempre estuvo en ‘cuidados intensivos’ y fueron mucho los trotes que me tocó efectuar por mandato de mi tía Martha Escobar en busca del médico González-Villa o el pariente don Luciano Escobar ‘Don Tano’ el médico empírico del pueblo, porque el niño se moría. De ahí seguramente floreció el romance tierno entre José María Molina y Martha Escobar que culminara en matrimonio tres años después.(pág. 55 #9)

De Vacaciones

La víspera del nacimiento de Arcesio fue de gran alegría porque llegaron a Betulia las sobrinas de mi abuela Mercedes, Josefina y Argemira Lopera-Montoya que iban de vacaciones a conocer la tierra de sus mayores que se ensombreciera al día siguiente con el súbito fallecimiento de la tía Eloisa para que viviera Arcesio. Recuerdo, como si fuera ahora, -continúa Arturo Mejía- que estando en el comedor de la casa, la misma donde muriera el 17 de octubre de 1898 otra Heloisa, madre de mi abuelo Arcesio, nuestro otro primo Oscar el médico muerto en 1998 que, desde niño hablaba fuerte dijo: «ya no tengo mamá», y la respuesta fue el grito desgarrador de José María desde la alcoba donde aún estaba caliente el cadáver de la madre de sus hijos que se iba, Ay!.

Olvidé encerrar el ternero

—Como todo era tristeza y lágrimas yo (Arturo) que era el encerrador del ternero de la casa de José María, me uní al duelo, olvidándome del encierro del ternero, dejándolos sin el precioso líquido y todavía recuerdo la tunda que recibiera de la tía María Montoya.
—José María por el dolor que lo embargaba y tal vez en represalia nunca me pagó el mes que me debía del encierro del ternero. Ese día terminó mi misión y recobré mi derecho a mis juegos infantiles de los que me había privado por la obligación del encierro del maldito ternero en la manga de don Tobías en los altos de la quebrada La Buenavista.

Nombres pesados

—No sé de donde saldría la idea de crismar al bebé con los nombres tan pesados y respetables de los abuelos Tobías y Arcesio, tan difíciles para cargarlos que desde entonces el crío nació con mala estrella y una precaria salud como los Aurelianos de García-Márquez en Cien Años de Soledad.

También le correspondió a Arcesio antes del epílogo de su gran tragedia, presenciar en 1938 otro gran drama familiar que lo debe haber impactado pero del que nunca hizo mención, cuando al frente de la casa de la hacienda ‘La Selva’ del abuelo Arcesio yendo a la vera de su cabalgadura éste fue acuchillado por unos colindantes y muerto en igual forma el tío León, el más querido de la casa de nuestros mutuos abuelos maternos Arcesio Escovar y Mercedes Montoya.

Han matado un Sirirí

Otro de los dramas correspondió al de los hermanos Escobar-Quijano. Tratado en un artículo escrito por Arturo Escobar Uribe bajo el título de ‘La escopeta de Coroliano ha matado un Sirirí’. Sirirí era el mote que le habían endilgado a los inquietos hermanos Escobar-Quijano, cuñados de Heloisa.

El drama trata del amor apasionado y sin freno que durante 18 años alimentó Camilo Escobar-Quijano por la damita de sus sueños Lorenza Uribe-Lema, quien finalmente se casó con don Coriolano Amador, el personaje más rico y potentado de esa época, apodado “el burro de oro”; político liberal tan excéntrico que se construyó el ‘Palacio Amador’ en puro mármol y el ‘Castillo de Miraflores’, donde residía con doña Lorenza. Decían que el joven Camilo Escobar era un poeta llorón que mortificó la vida de los Amador con sus inoportunas serenatas donde cantaba sus despechos y tocaba el tiple con maestría soltándole notas de pasión sin freno.

Certero escopetazo

En la tarde del lunes 22 de enero de 1872 en que Camilo Escobar se acercaba sigiloso a ver a su amada Lorenza para que le decidiera si sí o si nó le compartía el morrito del amor y sus tremoles; Coriolano lo recibió con una descarga de escopeta desde el mismo lugar donde años atrás el mismo Camilo Escobar había sido amarrado, azotado, y arrojado a la calle en forma violenta por peones y familiares de Lorenza Uribe. El causante de los azotes, un primo de doña Lorenza, fue castigado en la plaza pública por Pedro María Escobar, hermano del azotado, pero Pedro murió apuñaleado por otro primo de Lorenza.

Ricardo Escobar-Quijano, tercer hermano de Camilo, quien era abogado, llegó a vengar los azotes a Camilo pero al no encontrar a Amador ni a Lorencita que disfrutaban de su luna de miel por Europa, perdió el juicio y en protesta murió ahorcándose de la viga principal de una de las mansiones de Amador, dizque para ensuciarle la morada, según una leyenda hindú. Esto precipitó el aneurisma en Toño Escovar.(Pág. 27, 53)

Ampliando datos

Ampliemos algunos datos: Dice Arturo Mejía que en la tribu de los Escobares hay cuatro ramas: Sirirí (Cirirí), Pateperros, Despicados, y Hacheros. -«Nosotros somos de los “pateperros” por tener el pié con puente curvo y los dedos recogidos. Los “sirirí” son la rama de don Lorenzo y don José, a la primera pertenece Enrique Caballero-Escovar, que no era un ‘sirirí’ sino un pavo real, y a la de don José, los Escobares de Fredonia, con Efe Gómez el gran cuentista Francisco Gómez-Escobar. Los “hacheros” son los de don Manuel Escobar y Micaela Ángel. Los ‘despicados’ se ubicaron en Urrao y Frontino».

En cruce de cartas entre Dolores EscobarEne.26 y Lorenza UribeFeb.25 en 1872, -“perdonamos a Usted siguiendo el sublime ejemplo del Crucificado y pedimos al cielo paz y felicidad para su hogar”. Agregó Dolores en el eje central de la carta que «era tan puro, tan sublime el amor que mi hermano profesaba a ud, que ni el tiempo ni los tristes acontecimientos lo movieron a desapoderarse de esa pasión». Este drama dejó 13 huérfanos.


Carta de Lorenza Uribe

Medellín, Enero 26 de 1872

Señora
Dolores Escobar de E.
San mateo

Muy respetada señora:

Tengo la pena de dirigirme a usted para poner en su conocimiento que el día 22 de este mes tuvimos la desgracia de causar la muerte de su hermano Camilo, muy a pesar nuestro y obligados por el proceder de dicho señor Escobar, pues mi esposo y yo le suplicamos varias veces que se retirara de nuestra casa y aún después que Camilo trato de ahorcar a Coroliano, mas podré decirle a usted, y es que mi esposo nos refiere que le hizo el tiro a Escobar cuando por segunda vez trató de derribarlo al suelo con el caballo como lo había hecho poco antes.

El único consuelo que puedo darle a usted es que su hermano murió arrepentido y perdonado, pues el señor cura acudió a mis gritos, le prestó los auxilios de la religión, y de nuestra parte, todo lo que la turbación nos dejó hacer por el cuerpo.

Ahora: si ustedes tienen algún motivo de queja contra nosotros, les suplicamos nos perdonen por el amor de Aquel que murió en la Cruz dándonos sublime ejemplo de caridad cristiana.

No había cumplido con este deber porque el estado de salud no me lo permitía.

Me suscribo de usted, atenta y segura servidora:

Lorenza Uribe de Amador


Respuesta de Dolores Escobar

San Mateo, Marzo 10 de 1872

Señora Doña”
Lorenza Uribe de Amador
Medellín

Respetada señora:
Con fecha muy atrasada recibí la muy estimable carta de usted, comunicándome que el 22 del mes próximo pasado tuvieron la desgracia usted y su esposo de causar la muerte de mi malogrado hermano Camilo y que por el proceder que mi hermano adoptó, se vio precisado a tener que asesinarlo.

Como en ella también se concreta usted a pedirnos perdón poniéndonos de presente el sublime ejemplo que nos dio El que expiró en una Cruz, es el caso pues señora que con el mas acervo dolor y con los ojos humedecidos por las lágrimas que he derramado y derramo aún, paso a contestar la suya, pero antes permítame señora, que abra el libro en donde está la triste y enlutada historia de mi desgraciada familia, en donde cada página registra una tumba, y cada tumba restos sagrados de un ser querido.

Ya pues señora que usted nos facilita los medios para poder quejarnos de ustedes, directamente, permítame que entre de lleno a hacerle una sanción justiciera, y después le perdonaremos de todo corazón, pero antes oiga usted la narración de un amor desgraciado que costó a mi familia luto, lágrimas, orfandad, fortuna y sangre; oiga la voz de mí hermano que desde la tumba en donde yace su ensangrentado cadáver y desde el cielo en donde reposa su alma, pide justicia.

Era el año de 1854 cuando mi hermano tuvo la desgracia de enamorarse de usted, pretendiéndola como esposa; usted, joven, hermosa, rica y de alta posición, despreció a mi hermano porque lo calificó muy inferior a usted; mi hermano insistía en amargarla porque era engañado por falsos amigos que le ilusionaban para robarle, él, sencillo y de noble corazón como lo era, se dejaba fascinar por esos hombres perversos que , no solamente lo arruinaron, sino que también lo condujeron al sepulcro, que sobre estos descienda la maldición del Cielo.

Llegó un día terrible para mi familia en que mi hermano deseoso de convencerse de la realidad, se presentó en la casa de usted en traje de visita y de allí, adrede, fue aprehendido por un negro, que según la historia no podía ser sino un segundo signo; dos verdugos más un esbirro; y después de ser maniatado por los dos primeros, fue azotado por los últimos y para mayor honra y gloria de mi familia, se le expidió un recibo, siendo esta la corona que la víctima debía llevar sobre su frente; esto no satisfizo la sed de los verdugos, era algo más y ese algo, era arrojarlo a la calle como objeto de burla, para que sirviera de mofa al pueblo y así lo hicieron.

El verdugo era y es un primo hermano de usted y los esbirros, los criados lacayos de ustedes y cuando mi hermano ara azotado, abofeteado y escarnecido cual lo fue Jesús que nos dio sublime ejemplo de caridad, usted que pudo ante tan terrible cuadro, haber imitado las hijas de Sión, ó al menos a Pilatos para lavarse las manos, no hizo otra cosa que con la sonrisa en los labios y la dicha en el corazón, contemplar su obra de caridad Cristiana.

La culta y piadosa sociedad de Medellín al enterarse de tan semejante acontecimiento, se sintió herida como era natural y por eso dio el grito de justicia, grito que repercute en lo mas recóndito de las selvas.

Mi familia consternada y herida en lo mas profundo del alma, voló a es ciudad a vengar tamaño ultraje y así lo hizo. Y cuando el verdugo en la plaza de esa ciudad espiaba su delito, un primo hermano de usted dio una puñalada a Pedro María mi hermano, que cumplía con el deber de castigar al villano. Por consecuencia de la herida mi hermano murió mas tarde.

Antonio José mi segundo hermano, impresionado por la pena de ver a mi hermano azotado, se le formó un neurisma en el corazón y esto lo llevó a la tumba.

Ricardo mi hermano tercero que entonces se encontraba en Bogotá, entregado a sus estudios, voló allá a borrar la mancha que había caído sobre nuestras rentes y cuando las encontró ya frías por el lodo arrojado de su casa para la mía no pudo resistir, perdió el juicio y murió.

Ya ve pues señora, que sí tenemos justos motivos para quejarnos de ustedes, ante Dios y ante la sociedad, porque si usted no amaba a mi hermano, no era necesario vengarlo, azotarlo y escarnecerlo, y para decirle mucho más, amar cuanto amó mi hermano a usted, no era delinquir. Ahora, demos una mirada a Los Andes en donde reside una esposa con ocho hijos y pasemos la vista a San Mateo en donde otra con cinco arrastra su viudez; dígame usted señora, con la mano en el corazón, si no es verdad, que si usted no hubiera consentido en que mi hermano fuera azotado, aún vivirían los padres de estos hijos?

Continúo: era tan puro, tan sublime el amor que mi hermano profesaba a usted, que ni el tiempo ni los tristes acontecimientos lo movieron a desapoderarse de esa pasión, verla, venerarla y adorarla, era todo su delirio, su imagen se le había grabado en el corazón y aun cuando ya usted estaba casada, no podía prescindir de amarla; porque el decía: que a nadie creería sino a usted, y hasta que usted, no le dijera la verdad, no dejaría de amarla.

Por eso solicitamos a usted con vehemencia, no para mancillar su honra ni para profanar su virtud, nó, porque su amor era puro como el de los ángeles; porque era puro su corazón si solicitaba a usted, era porque de sus labios caritativos saliera una palabra de consuelo que vendría a ser el bálsamo cicatrizador de su lacerada herida; pero usted en vez de tener suficiente valor para decirle “soy casada, no le he amado a usted”, en vez de tener una chispa de caridad siquiera, no hacía sino huir de él. Así pasaban las cosas cuando llegó el memorable 22 de Enero, en que el velo del infortunio volvía a aparecer cubriendo de nuevo a mi familia y cuando mi hermano indefenso y sin armas, con la conciencia limpia se presentaba en casa de usted, su esposo lo recibiera con la muerte.

Así terminó su pasión, sellando con su sangre el suplicio del amor que había profesado a usted, a semejanza de Aquel que murió en la Cruz, sellando con su sangre el amor de la humanidad.

Ya vé pues señora, vuelvo a repetir, que sí tenemos motivos justos para quejarnos de ustedes, pero la Divina Providencia que todo lo mira, que todo los palpa y pesa los hechos en la balanza de la justicia, que así como permite que el infeliz mendigo toque a las puertas del poderoso para pedir un pan, así también permite a veces que el poderoso se presente humilde ante las puertas del desgraciado, para implorar perdón.

Y nosotros recordando que somos cristianos y que por nuestras venas circula la sangre noble, no podemos ni debemos permanecer insensibles a la voz de la conciencia, ella nos dice “PERDONA” por eso perdonamos a usted, y mucho más, cuando recordamos aquellas palabras nuevas y tiernas cuando Él decía “Padre perdónales porque no saben lo que hacen”, por eso perdonamos a usted siguiendo el sublime ejemplo del Crucificado y pedimos al cielo paz y felicidad para su hogar.

Soy de usted atenta y segura servidora,
Dolores Escobar de E.

Salvador Escobar-Arango

En 1842 salió de Titiribí rumbo a San Mateo, don Salvador Escovar-Arango, el que sembrara nuestra semilla en esas feraces tierras. Era oriundo del tejado de Envigado, Antioquia, colonizador con trazas de invasor que, estando muy joven en 1816 fue apresado aquí en Envigado por el general realista Francisco de Warletta como conspirador “vil detractor y exaltado en su oposición”.

Don Salvador había comprado a don Crisólogo Mesa en la región de San Mateo una gran extensión de tierra semibaldía en la suma de un mil seiscientos pesos en piezas de ocho décimas a las cuales solo abonó quinientos pesos de ocho décimas.

Diego Jorge Escovar-Bross en asocio con Pedro Nolasco- Vélez compró las 2.512 cuadras17 de los terrenos llamados Llanos de La Guamala el 26 de mayo de 1871, justo 32 días antes de su muerte violenta a manos del puñal de su hijastro Lisandro Escovar-Torres.

Los aires de San Mateo

Salvador Escovar fue el padre de Antonio José Escovar- Cano quien un año más tarde, el 30 de agosto de 1843, contrajera matrimonio, en la iglesia La Candelaria con nuestra bisabuela Heloisa Torres-Martínez. Ella hacía parte del elenco teatral de don Eduardo Torres y doña María Martínez que ya hemos mencionado en la página 27.

Y Antonio también se destacó como meritorio actor “tanto más cuando lo guiaba la profunda pasión que por Heloisa se había apoderado de él” según relato de Eladio Gónima en su libro ‘Historia del Teatro en Medellín’18 .

En definitiva, Antonio José, el galán joven y Heloisa famosa cantatriz, por esas metamorfosis del destino cambiaron el escenario del tinglado de la farándula por los amplios de la naturaleza y se radicaron en los aires de San Mateo.

Región de La Guamala

Aunque nuestro primo Arturo Mejía asegura que María y Heloisa, madre e hija, fueron amonestadas por el arzobispo de Medellín por atreverse a cantar en la iglesia de la Candelaria. La compañía teatral de zarzuelas se disuelve y sus padres don Eduardo y doña María regresan a Bogotá y se instalan luego en Bucaramanga donde actúan hasta 1860.

Muerto don Antonio José el 19 de diciembre de 1860, cinco años más tarde Heloisa contrajo nuevas nupcias con don Die-go Jorge Escobar-Bross, primo en segundo grado del anterior, y de este enlace es hijo nuestro padre abuelo Arcesio Escovar-Torres. Don Diego Jorge aportó al patrimonio la región de La Guamala que comprara a don Pedro Nolasco-Vélez en tres mil trescientas piezas de ocho décimas; pero el matrimonio se instala en San Mateo a disfrutar de su romance y sus bienes. “La finca siempre tuvo las mejores bestias de silla y los mejores aperos, los zamarros y encauchados eran de primera calidad” según el Anecdotario de Arturo Mejía, 1994, página 4.

Se achica el terreno

De 1886 a 1889 se agrieta el patrimonio familiar de los escobares. En diligencia judicial en Titiribí el 4 de diciembre de 1886 son rematadas las acciones y derechos de doña Liboria Escovar hija de don Salvador Escovar-Arango para cubrir deudas de la sucesión.

Eduardo Enrique Escobar, el menor, vende sus derechos a Pedro Nolasco-Vélez19 . Igual proceden sus hermanos medios Lisandro y Antonio20 . Finalmente Salvador Gutiérrez como apoderado de Roberto Escobar, el coronel guerrillero, enajena sus bienes al mismo Pedro Nolasco-Vélez21 .

En 1907, el 8 de junio, se lleva a término la repartición de los terrenos de La Guamala, y son declarados herederos todos los hijos de Heloisa Torres-Martínez, habidos en sus dos matrimonios con los primos Escovar.

Tierra de nadie

Nuestro abuelo Arcesio tenía una frase que hizo historia: «quien vende San Mateo se arruina», y en verdad, en los finales de la década de 1920 vendió sus acciones a Don Tobías Molina y don Francisco Vélez, y empezó a irle mal. Estos compraron las acciones del doctor Wenseslao Villa y como emprendedores propietarios agrarios, parcelaron e INCORAron el extenso territorio; vecinos y mayordomos volvieron a su anterior importancia cuando era salinera. [Instituto Col. de Reforma Agraria]

Posteriormente José María Molina, el padre de Arcesio Molina, compró las acciones de don Tobías, las cuales a la muerte de José María Molina pasaron a sus herederos quienes fueron vendiendo y el terreno se fue encogiendo y achicando como la piel de sapa de Zolá y mermada también por la venta de tierras para pagar vacunas o tributo de guerra a la guerrilla o a los paramilitares; quedaba solamente una minúscula porción en cabeza de Arcesio Molina y su hermana Amantina. El pleito por la tierra se definió a tiros de sangre y lágrimas y la propiedad pasó a otras manos que nunca la pelearon.

Arremetida paramilitar

A la fecha de esta edición, Marzo del 2009, la Hacienda San Mateo es tierra de nadie, abandonada a la suerte de los paraviolentos. Guerra que en Colombia ha dejado 57 mil muertos y mas de 3,5 millones de desplazados del campo.

Es pública voz y fama que integrantes al estado Colombiano se encuentran involucrados en las turbias maquinaciones de la mafia y del narcotráfico para armar y financiar grupos de justicia privada que arremeten contra obreros, campesinos, colonos y nativos para arrebatarles sus tierras ancestrales y expandir el dominio de los poderosos terratenientes y ganaderos bajo la protección de algunos elementos de las Fuerzas Armadas, sobretodo en regiones donde luego el mapeo satelital descubre recursos naturales y de biodiversidad supremamente atractivos.

Una Nueva Cultura

El puño se encrespa, los dientes crujen, el sentimiento aflora y el ánimo grita “basta ya”. No más luto en las familias de nuestro pueblo, no más inocentes desplazados dentro y fuera de Colombia. Le aclaramos a los mercaderes de la guerra y de la paz que todos somos carne mortal como lo comprobó Moctezuma ante Cortés en aquella noche triste de 1520 en México, y no tenemos que alzarnos las anchas cenefas bordadas para que vean que el cuerpo no es de pulido metal dorado. Que todos los milicianos se sienten mejor a la mesa del diálogo fraterno y permitan a los colombianos lograr disfrutar de la tertulia callejera durante los frescos atardeceres del color del chontaduro, para vernos en la mirada franca, en la sonrisa insinuante, en la alegría de nuestra gente por veredas y municipios.

La guerra no es entre soldaditos de icopor ni de chocolate, pero la coexistencia armónica es posible humanizando las relaciones de Poder a fin de que nuestra Patria se desarrolle en sincronía rítmica con la Naturaleza, sobre todo con una nueva naturaleza humana que debe trascender a ser tierna y solidaria.

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