lunes, 16 de marzo de 2009

La Alegría de Leer

La Alegría de Leer

El niño Solís-Moncada aprendió de manos de don Luís Escobar-Isaza sus primeras letras, mostrándose a su maestro como un estudiante reflexivo, carácter que formó siempre su existencia hasta convertirlo en un hombre de espíritu conservador y prudente, siempre alegre, siempre comprensivo.

Con nostalgia recordó siempre la casa de su infancia que “tenía un jardín florido, árboles en redor, ganado en los potreros, algunas fuentes claras que daban su sonido entre naranjos dulces y algunos limoneros”.

En sus poemas le cantó también al árbol frondoso, cariñoso y corpulento de su predio por donde muy cerca pasaba cantarino el río Liboriana que viene del Cerro Platiado. Contaba mi abuelo que ese árbol frondoso era sombra para el peregrino que transitaba por aquellos lares.

Cuenta en otro de sus versos como con su mamá corría por los riscos, los ríos y las cañadas de Salgar, “trepaba por las lomas y en las mangas jugaba con los demás chicuelos amigos de mi infancia”, entre los cuales destacó claramente a Tulio Ochoa-Uribe su compañerito de picardías infantiles.

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